Sólo deseo que esta historia sea, para cada uno de ustedes, un soporte en las horas difíciles, un ejemplo de cómo aceptar la vida, tratando de vivirla intensamente cada día en un presente que es lo único que podemos atesorar...
16.5.17
Un simple recuerdo fue suficiente
Hoy me desperté pensando en muchos momentos sucedidos durante el tiempo pasado y aunque sin sentirlo, vuelvo a recordar mi ayer.
Es lógico que mi camino cada día me vaya conduciendo a la meta de la carrera que como todo ser humano, tiene su final... pero me siento muy bien, vivo tranquila en esta comunidad y con la familia que se ve aumentada con los pequeños que llegaron uno tras otro. Todos amorosos conmigo, y es admirable como me reconocen, sobre todo Arantza, hija de mi nieto Guillermo. Desde antes de tres meses nacida ya me clavaba sus ojitos con una fijeza que, créanme, me emocionó mucho y ahora casi de un añito y los demás algo mayores, todos mis engreídos... cuando empiezo a escribir recordando el pasado y los hechos actuales, los tengo muy presentes, sobre todo porque me preocupa nuestra seguridad y el estado actual de nuestro país. Hay ya muchas sombras negativas que poco a poco nos van desafiando, por más que se quieran ocultar las distintas tendencias y -por qué no decirlo- las ambiciones y la falta de liderazgo, hay peligro.
Una situación hasta ahora desconocida por nosotros pero que aún persiste en muchas localidades del país, es un calor tremendo que nos ha azotado este verano. Felizmente va disminuyendo, pero hemos llegado a los 33 grados en algunas localidades y ha llegado con una fuerza y destrucción que no recuerdo de antes. Siento una profunda pena por todos los que han sido más afectados y maltratados. Pero ya empezó el socorro y una gran ayuda.
Siempre le he dado gracias a Dios porque con su amor infinito me ha protegido y prodigado con su amor en muchos pasajes de mi vida. Pero también quiero darle gracias por haber nacido en el hogar donde empecé a conocer el mundo y el amor de los míos.
No lo podrán creer, pero aún me veo muy pequeña en el gran salón de nuestra bella casona al lado de la amorosa tía Raquel, hermana de mi papá, escuchándola tocar el piano ¡No tendría ni cuatro años! Y al igual que esto, recuerdo estar con mi hermano Lizandro, de dos -muy pequeño, pero ya caminaba-, trepados lo dos en un banquito, mirándo el inmenso y bello salón en el que por alguna fecha estaba reunida la familia y amigos. Como hicimos bulla, mamá nos envió nuevamente a nuestras camas...
Como si fuera ayer recuerdo que con la tía María Mercedes o mamá diariamente salíamos en dirección a la Alameda de los Descalzos, que lucía bellísima, y junto con otros niños nos divertíamos de lo lindo. Al igual también recuerdo al malecón Leguía, al borde de río Rímac, de blanco mármol y sus juegos para niños. Siento una profunda nostalgia cuando comparo el presente con ese ayer bello e inolvidable y, más aún, sabiendo que empezaron a destruir esa belleza para hacer en ese lugar el traslado de vehículos hacia él.
Como niña dulcera y ocurrente, ya conocía los sitios a los que me llevaba mi tía a gozar de los primeros helados Peziduri de diferentes colores y deliciosos sabores. Además, en una esquina que conocía muy bien en la vereda de la plaza de Armas, se instalaba el vendedor de churros sabrosísimos hechos y vendidos por un joven italiano muy amable y educado que recuerdo los freía en una inmensa sartén de forma contínua, y luego los cortaba de acuerdo con el pedido… ya todo eso se fue, se lo llevó el tiempo. Lo mismo que a muchos momentos de inolvidable felicidad...
Pasó el tiempo, cambiamos de lugar y nos fuimos a Miraflores. Y, como niños pequeños, Lizandro y yo por primera vez gozamos los campos cubiertos de árboles y bellísimas plantas y su gente buena, cariñosa, y acequible para cualquier cosa que necesitábamos. Luego fuimos conociendo el antiguo Miraflores, bellísimo... todo era perfumes de flores, magnolias, dalias, rosas y, bueno, no alcanzaría de contar... casas antiguas lindísimas. La gente afable y sencilla, y algunas familias más acomodadas, que la mayoría era alemanas o inglesas. Y había bienestar con los nuestros, y era frecuente el saludo en algún momento sin ser amigos.
¡Y mi grupo inolvidable del barrio! Que nos fuimos conociendo a pesar de ser todos de diferentes tipos y diferentes clases sociales (lo que se decía antes), pero éramos sobre todo bien educados. Recuerdo nuestros partidos de fútbol y de volley los días domingos, las retretas de los viernes en el Parque Central. Luego, más tarde, las fiestas de Carnaval lindísimas en el club Regatas de Chorrillos y el Parque de Barranco y luego también en el club de Miraflores. Los domingos íbamos a la playa y luego, aprovechando que el maestro Laureano Martínez tocaba un piano en el salón principal, gozábamos bailando hasta las dos de la tarde.
No sé que siento recordando… la vida siguió adelante con sus buenos y sus malos momentos (los malos sobre todo por culpa de los políticos). Ya eso cambió por completo: la vida tranquila de Lima y de los pequeños balnearios.
Bueno, después seguiré.
Cucha
9 de marzo del 2017Cucha
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