1.5.14

Un premio invalorable para nuestra fe

Un premio invalorable para nuestra fe ha sido para el mundo cristiano haber asistido a los momentos de intensa emoción de la ceremonia de Santificación de los venerables -y ahora santos- Papas Juan XXIII y Juan Pablo II. ¿Quién mejor que yo para certificar que la santidad de nuestros Papas es merecida? Ya que en mi caso por segunda vez veo su celo y siento su amor al haberme librado de tremendas consecuencias.

Mi primera experiencia ya la hice saber a través del escrito que les envié titulado “Volví a Vivir” el año pasado, y en la actualidad, hacen pocos días, deseando bajar por una escala mecánica de uno de los establecimientos actuales, resbalé y perdí el equilibrio. Me sentí en el aire, girando sin rumbo y caí de espaldas. En segundos que me pacieron siglos sentí que me levantaban. No puedo convencerme hasta ahora de cómo es que no haya tenido un mal fin, puesto que aún siento la sensación de algo indescriptible. Me di cuenta de que estaba entera pero golpeada y de las marcas de los escalones en la espalda. Mi mano estaba horriblemente hinchada

¡Y aún dicen que no existen los milagros! Yo estoy segura de que los Santos Papas me han sostenido con su infinito amor y han intervenido por mí. Ahora me siento bien y ayer he gozado doblemente de las vistas de la ceremonia majestuosa de fe, amor y agradecimiento de los miles de fieles que asistieron y otros muchísimos que, como yo, hemos estado con el alma y el corazón siguiendo toda la ceremonia de la Santificación de nuestros amados Juan Pablo II y Juan XXIII. Y aún recuerdo cuando estando en Roma tuve la infinita felicidad de estar casi al lado el Santo Papa Juan Pablo II.

Que Dios los proteja de todo mal y los bendiga.

Con todo mi cariño,

Cucha

Abril del 2014

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