Trataré
de escribir este mensaje en forma real. Hoy se agolpan en mí
muchas emociones, recuerdos, y deseos de paz, amor, unidad y perdón.
En
el mundo de hoy, ya nada más nos puede asombrar… Hace muchos años,
la vida era muy distinta...
Me
veo muy pequeña, en mi despertar de cada día con el canto de
los gallos nuestros y de los vecinos. Tendría tres años,
pero no olvido el barrio en que nací. “Abajo el puente”,
apacible y bello. La bondad de las personas, la inocencia en el
pensamiento de nosotros, los niños, que solo sabíamos vivir a
plenitud, felices, sin temores, sin conocer la otra cara de la vida,
la “maldad”.
Recuerdo
que todas las mañanas empezábamos a escuchar los sones de la banda
de músicos de la guardia del Palacio de Gobierno, acantonados a dos
cuadras de la casa. Todos los chicos corríamos a la esquina
para verlos pasar, y sentía algo muy raro en el corazón.
Recuerdo
la Alameda de los Descalzos, lugar de juegos de todos los niños del
barrio… Jugábamos felices, sin distinción de clases ni razas. Era
un mundo lleno de sorpresas cada día, en el que
descubríamos algo más.
También
me veo en la casa de mi abuelita María, al pie de mi tía
Raquel, extasiada escuchando la música de su piano
maravilloso y bello. Era un piano de concierto, negro
reluciente, inolvidable... Un día desapareció de mi vista…
Ya después en Miraflores, en una casa hermosa, imensa, rodeada de
jardines hasta el malecón y con el mar a nuestro
lado. Con mi hermano Lizandro, jugábamos con los niños del
campo. Paseábamos montados en los burros de los
trabajadores, hijos de la gente humilde que tenía sus chacras y
que nos cuidaban en todo momento. Gozábamos del sabor de la fruta
que caía de los árboles, del repiqueteo de
las campanas durante las procesiones, durante las que me
vestían de angelito para echar las flores. Pero
sobretodo recuerdo el amor que me rodeó de mi
inmensa familia.
Hoy todo
esto, a pesar del tiempo, lo recuerdo entrañablemente por lo feliz
que fui. Aquella infancia que se fue con el tiempo, me era
muy amena, y yo siempre estaba tratando de
aprender algo. Estaba en todo momento inquieta en cuanto a saber
más.
Me
veo muy pequeña, siempre preguntona, curiosa, mirando el cielo en
las noches y pensando que las luces que veía estaban tan cerca,
que muchas veces estiré la mano para
alcanzarlas ¡Qué belleza! Desde
mi ventana se podía apreciar el Morro Solar, luego las luces de
Chorrillos y Barranco, y, a mi lado derecho,
embelezada podía contemplar el mar… Y seguía
preguntándome si el sol se mojaba al acostarse, si las
estrellas no se caían… Un día me esforcé tanto
con mis preguntas que me asusté por el esfuerzo de entender. Tuve
mucho miedo y me tiré en la cama, tapándome hasta la cabeza.
Tiempos maravillos,
bellos e inolvidables... La suerte que tuve con los
míos, donde cada cual sembró en mí lo mejor de sus anhelos,
lo mejor de sus ejemplos y enseñanzas, es invalorable.
Hago
una compración con el duro vivir del hoy. Con la inseguridad, el temor y la impotencia de
no poder ayudar... Pero existe la fe, el amor, la
esperanza, la ilusión, y, sobretodo, el amor de Dios y ya en el
ocaso de mi vida, deseo que todo cambie.
Feliz
Año Nuevo 2017.
Con
amor,
Cucha
Diciembre
del 2016
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