5.2.13

Despertar ante la desgracia



Diariamente nos enteramos de cosas negativas, sucesos increíbles que nos han llevado a la convicción de que el mundo está deshumanizándose. La falta de amor y respeto a lo que nos pertenece, la insana destrucción de bosques, envenenamiento de mares ríos y atmósfera raya en lo inaceptable. Estamos destruyendo el único hogar que tenemos, el mundo. Y ni que decir del género humano. No hay escrúpulos en quemar bosques, talar árboles valiosos, ensuciar y envenenar los ríos y mares con residuos de fábricas y acumulación de basura sólo por el afán de lucrar y llenarse de dinero. Los oídos de quienes reciben las quejas de los afectados parece que no estuvieran activos.

Las fuerzas del orden no se dan abasto para frenar el crimen y la delincuencia. Los políticos y todos los que tienen en sus manos el futuro del país parece que se hubieran olvidado de su lugar de origen. Campea la injusticia, los malos hábitos, se ultraja al hermano, se acusa al inocente y se absuelve al delicuente. No existe una verdadera justicia en nuestro país y poco a poco nos hemos ido sumergiendo en esta vorágine de negativismo que todo lo que a diario sale publicado en los medios de comunicación, hablando en modismo peruano, nos resbala.

Pero, siempre hay un pero que nos hace saber que no estamos viviendo la verdadera forma de hacerlo como cristianos y de pronto, “Oh , increíble” , una catastrófica desgracia azota a nuestro país: El terremoto en el departamento de Ica nos coge en el momento menos pensado y es cuando la transformación empieza a renacer.

Todo ser humano tiene algo escondido en el corazón que quién sabe ni él mismo lo conoce, pero sale a la luz cuando surge el momento y el comienzo de una tragedia inesperada. Un horrendo remezón que nos llena de estupor y espanto ante lo imprevisto: El interrogante del lugar de origen, la falta de comunicación, luego de un desesperante silencio, sin sabe de nuestros seres queridos.

Poco a poco la calma llega y podemos discernir y como el “Ave Fénix” renace el amor dormido por esta maravillosa tierra que nos dio el Creador. El Perú entero ha vibrado ante el dolor y la desesperación de nuestros hermanos del sur y, como un solo hijo, nos hemos unido para ayudar a tanta gente que, además de haber perdido a sus seres queridos, han quedado en la más completa orfandad. Y para completar este milagro, en el mundo entero se ha formado una cadena de solidaridad en los países más lejanos, instituciones y en el ambiente artístico. Pero lo increíble es que en ese mismo momento en que tembló la tierra, también vibró en nuestro ser el imperioso y anhelante deseo de entregar al que todo lo perdió lo más necesario para aliviar su frío, hambre y falta de cobijo.

Ha nacido en nuestros corazones el fervor de nuestra sentida oración, una plegaria llena de congoja de amor y fe, que se ha elevado hacia el cielo pidiendo valor, consuelo y perdón por los damnificados y difuntos. Y aquí nace algo que nos ha impresionado grandemente y es el constatar la hermandad que ha surgido positivamente en los países del extranjero que, limando asperezas e indiferencias, rivalidades políticas, credos y razas, a una sola voz, nos han enviado ingentes cantidades de ayuda de todo tipo para los que están necesitando una mano amiga que les haga sentir que aún hay un amor muy grande y generoso en el corazón de cada ser humano.

No todo está perdido. Hay mucho por rescatar. Es necesario que recapacitemos y, poniendo a un lado intereses mezquinos, pensemos que todo lo que se construya o destruya ahora será lo que reciban los niños y jóvenes que merecen, por el hecho de no haber pedido nacer, tener un país libre y poderoso, pero sobre todo, con la hermandad necesaria para que no se pierda el tiempo en rencillas sin valor, y que sólo se trabaje para engrandecer a esta Patria, nuestra maravillosa Patria por el bien de los que gocen de ella y por los que vendrán después. 


Cucha

Octubre 2 del 2007

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