5.2.13

Una reflexión que me nace del corazón



Pensando profundamente en el tiempo que Dios me está concediendo de vida, he llegado a la conclusión de que aún lo considera necesario, porque me está indicando que todavía puedo ayudar mucho en este mundo con mi sencilla palabra y mi sentido del deber como cristiana, cabeza de mi extensa familia y ejemplo de muchos verdaderos amigos.

No es mi intención dirigirme directamente a ninguno de los que me lean, sólo deseo que reflexionen sobre lo que me brota del corazón.

Se está comprobando día a día el desgaste humano y la falta de fe.
Con mucha tristeza compruebo que hay una tendencia a desviarnos del camino que Dios nos trazó el día que nos concedió la vida. Algunos pensarán que estoy errada cuando digo que estamos en completa decadencia, pero no es así. Hoy no le damos el verdadero valor a la libertad concedida como seres humanos, a la libertad de actuar según lo decidamos para bien o para mal. Y esto se nos otorgó cuando el mundo fue creado. Dios Padre no lo hizo perfecto para que esa fuera la tarea del ser humano. Con nuestro esfuerzo amor y trabajo lo fuéramos completando para llegar a terminar su obra creadora. Pero debía ser una humanidad que se encaminara siempre hacia delante, esforzándose más cada día en engrandecernos, caminando en paz, amor fraterno y sobre todo ayudando al hermano más necesitado y pequeño.

Hoy ¿qué es lo que vemos diariamente? ¿Qué es lo que está sucediendo con el hombre? El único ser pensante de toda criatura viviente, el único que está destruyendo la única casa que tenemos para sobrevivir, y ¿qué le estamos dejando a las futuras generaciones como ejemplo? Falta de fe, hacer de nuestra vida lo que nos venga en gana echando la culpa Dios de todo lo que nos pase, como si el Señor fuera el culpable de nuestros hierros y desvíos en nuestro diario vivir.

¿Qué le podemos achacar a Dios? Vemos con profunda tristeza cómo los que nos decimos cristianos adoptamos otros caminos que nos apartan de él, y eso está sucediendo porque para muchos, Dios es el freno que les impide sumirse en el vicio, la violencia, el adulterio, las drogas y la falta del deber. Muchos aún alegan que viven la fe a su manera y no ven que es la senda que los conducirá al precipicio. Además, no nos castiga por alguna desgracia que nos suceda; nos ama demasiado para hacerlo así.

No puedo imaginar qué se siente en el corazón cuando negamos la existencia de Dios, cundo renegamos de la virginidad de Nuestra Madre de los Cielos, o acaso ¿es lógico apartarla a un lado sin darle mayor importancia, cundo fue ella la única criatura humana que nació pura y sin mancha? Fue la escogida para ser la que llevara en su seno a Nuestro Jesús el Redentor, que nos vino a salvar del pecado y llevarnos a la salvación.

Yo he tenido la oportunidad invalorable de recorrer todo lugar por donde Jesús vivió y sufrió y nunca podré asimilar lo que sentí cuando, paso a paso, subimos por la senda dolorosa que Jesús recorrió subiendo al Monte Calvario. Caminando por esa senda me lo imaginaba casi con sus últimas fuerzas, con la corona de espinas traspasándole el cráneo, sediento, deshidratado y con múltiples heridas en todo su cuerpo. Y más aún, cuando posé mi mano en la piedra de ese monte, el llanto me oprimió el corazón y me sentí tan culpable de ese tremendo sacrificio por ser, como todos nosotros, sus hermanos, por los que Jesús se inmoló…

Aún es tiempo de dar macha atrás. Aprovechemos estos días de Cuaresma para que, con una mano en el corazón, hagamos un examen de conciencia y veamos cómo nos encontramos para afrontar el momento decisivo, pues bien lo dijo el Señor “No sabemos el día ni la hora…”.

¿Alguna vez te has peguntado el por qué del fracaso en tu vida o el haber logrado con fe y mucho esfuerzo lo que tanto anhelabas? La vida me la imagino como una alta montaña, la cual tenemos que trepar paso a paso, cayéndonos y levantándonos para llegar a la cima y ya en ella contemplar el camino recorrido ¡Qué inmensa satisfacción sentimos por la proeza lograda, porque más se goza lo que más nos cuesta alcanzar!

Pero en contrapeso, si estamos en lo alto, qué fácil es dejarnos resbalar y llegar al final donde no encontraremos sino el vacío y el fin...

Que esta reflexión sea positiva y no es mi intención, lo repito, herir a nadie, muy por el contrario un consejo nunca está demás.

Con todo mi cariño,

Cucha

 
Enero del 2008

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