Llegué hasta ti con el corazón lleno de nuevas expectativas e ilusiones y, aunque todavía pequeña, sentía ese atractivo a lo desconocido, sobre todo porque había oído hablar de tu belleza y encanto. Al conocerte no me defraudaste. Todo lo que abarcaba mi vista estaba lleno de colorido y verdor.
Eras pequeño y acogedor y tus moradores gente pacífica, la mayoría nacida en tu suelo, logrando al poco tiempo, que me sintiera tan tuya como fui antes limeña de Abajo del Puente.
Los primeros recuerdos me hacen retroceder para admirar la hermosa Avenida José Pardo, flanqueada por hermosas y suntuosas casonas rodeadas de extensos jardines de fascetas multicolores por la variedad de bellas y raras plantas, desconocidas para mí, además de muchos árboles entre los que sobresalían los gigantescos fícus, magnolias y sauces, floridos setos de rosales, jazmines y madreselvas que le daban al ambiente un agradabilísimo perfume.
Esta avenida empezaba en un óvalo cercano a nuestra casa, el que estaba sembrado de pinos muy altos y luego a los dos lados de su vía principal crecían los fícus, cuyas ramas entrelazadas en lo alto formaban un perfecto arco de verdor. El suelo se cubría por la cantidad de hojas desprendidas y semillas que caían ocultándola completamente.
Tu parque principal algo rectangular, encabezado por la Iglesia Matriz aún en construcción, no era muy grande pero eso sí muy bello. Tenía dos vereditas que lo flanqueaban en las que se hallaban numerosas bancas que servían, sobre todo, en las soleadas tardes veraniegas, para el reposo de numerosas familias, cuyos niños retozaban en el verde pasto de sus jardines. Además, la población miraflorina consideraba a este parque como el sitio principal de reuniones de diversa índole, donde se realizaban procesiones religiosas, retretas y otras actividades del balneario.
Empezando a la altura de la Avenida Pardo, se encontraba la calle Lima, hacia el lado derecho, y en ella se admiraban la mayoría de construcciones antiguas, muchas de ellas con sus clásicas rejas de fierro en la fachada, viéndose a través de sus barrotes los juegos de muebles de esterilla, numerosas macetas de helechos y culantrillos artísticamente arreglados y el farolito que alumbraba en las noches, colgado del centro del techo de la entrada.
Entre estas mansiones, una de las más bellas que recuerdo era una que quedaba al fondo de un pequeño jardín, al final de la primera cuadra, cuyo propietario, de origen italiano, la construyó en el estilo clásico, quien sabe recordando su lugar de origen, presentaba columnas de mármol y las ventanas encuadradas entre unas cavidades de forma oval. Su nombre era “Belvedere”, causando la admiración de todos los que recién la pudimos conocer.
Siguiendo el jirón Lima existían varias casas, todas de gran extensión. Luego venían algunos establecimientos comerciales, sobresaliendo la heladería La Esperanza, también, por su variedad de dulces y pasteles. Luego el local de la comisaría del balneario. En la vereda del frente el gran establecimiento de la firma D’Onofrio aún existente.
Al lado izquierdo empezaba la Calle Larco, jirón algo estrecho y con varios desniveles en sus veredas. Existía también en sus primeras cuadras la Tiendecita Blanca salón de té, la gran tienda italiana Romano la que ofrecía un sin fin de comestibles, embutidos, chocolates, etc. (que aún me parece paladearlos). Seguían varias mansiones y el antiguo colegio de la señorita Baroni. Más allá hacia el mar, una placita a la altura del jirón Cantuarias en la que se encontraba el gran Bazaar Haybara propiedad de un matrimonio japonés de gran prestigio en la zona. Su stock de mercadería abastecía a todo Miraflores, pues también los domingos habría sus puertas siguiendo la costumbre del lugar. Esta era que al término de las misas los feligreses se dirigían al bazaar para adquirir todo lo necesario.
El colegio de varones de mayor categoría (que aún hoy existe) llamado Champagnat estaba situado en el jirón Mártir Olaya, paralelo al parque principal, siendo también un local muy antiguo, con reja en la fachada, llegándose a ésta por dos escalinatas de peldaños de mármol. En este centro de estudios, se han formado muchas promociones en las que destacaron ilustres profesionales, escritores de renombre y personajes de gran figuración en el mundo de la industria, el comercio y la política. Además, era el lugar de atracción para las jovencitas de entonces, muchas de ellas admiradas por los alumnos mayores. Antiguamente fueron muy famosas sus veladas de fin de año, en las que tomaban parte casi todo el alumnado, además de un coro excelente que no sólo animaba estas veladas sino que también acompañaba, por el prestigio de sus interpretaciones, a las celebraciones religiosas del la Iglesia Matríz.
Más hacia el sur existían las anchas avenidas Alfredo Benavides y la 28 de Julio, siendo ésta última la que marcaba el límite de la población con el campo. También, continuando con la Avenida Pardo se encontraba la Alameda Ricardo Palma, siendo ésta arteria la primera que se construyó en la población. Al inicio de estas tres avenidas existían los paraderos del tranvía que se utilizaba para movilizarse hacia Lima o Barranco y Chorrillos en sentido inverso. Todas ellas de gran belleza y colorido, flanqueadas por antiguas casonas del lugar, cuya extensión en su mayoría alcanzaban una manzana completa, rodeadas de bellísimos jardines, siendo posiblemente éstos los que inspiraron el nombre del lugar.
La vida, por lo regular en aquella época, era apacible, tranquila y sin problemas. Guardaba sus tradiciones como las fiestas patronales del Corpus Cristi y la de la Virgen de la Medalla Milagrosa, patrona del lugar. Además, las reuniones más amenas eran la retretas de los domingos, después de la misa de 11am que se prolongaba hasta el medio día, siendo el punto de reunión de grandes y chicos; lo mismo, las de los días viernes por la noche que contaban más que nada con la concurrencia juvenil. Las animaban las bandas de la Guardia Republicana y la de la Aviación.
En los meses de verano, desde los primeros días de diciembre, empezaban a dirigirse a las playas numerosos bañistas. Poco tiempo después empezaron las obras del nuevo local de baños en la playa miraflorina. Este establecimiento municipal era muy cómodo y hermoso, contaba con numerosos cuartos para cambiarse en dos alas laterales, para damas y varones, separadas en el centro por una amplia rotonda de dos pisos, a la que se ingresaba por la terraza del piso superior siendo este lugar sumamente agradable ya que allí se gozaba del aire y el sol a la vez que se podía recrear ampliamente de la concurrencia de las dos playas. Em este lugar también se ofrecían deliciosas butifarras y toda clase de dulces y refrescos.
Un día llegó para nuestro deleite el maestro Laureano Martínez, gran compositor y pianista criollo el cual amenizaba el ambiente tocando piezas muy conocidas como su famoso vals criollo ¡Amelia!.. Esto completó el programa dominical de la muchchada que luego de refrescarnos en las olas con los consabidos revolcones, subíamos para bailar a nuestro gusto, solicitándole al maestro las piezas preferidas. Recuerdo esas tardes con gran nostalgia ya que aún me parece sentir el deleite de la música, el baile y el frescor del viento que penetraba por los amplios ventanales.
Teníamos también nuestros lugares preferidos, como la vereda central de la Avenida Pardo que recién construída tuvo que soportar la avalancha de los patinadores, los que en muchos casos adquirieron gran pericia al realizar competencias entre los diversos grupos que asistíamos a ese lugar. Fue pasando poco a poco esa costumbre y el lugar de reunión empezó a ser el Malecón 28 de Julio porque, además de encontrarnos todas las noches la mayoría de muchachos conocidos, también por su ubicación, podíamos gozar de las numerosas competencias de tennis, ya que en la parte baja de la vía a la playa se encontraba el Club Tennis Las Terrazas y sí que vimos jugar a famosos raqueteros como los hermanos Busse, los Forno, Pilar Jiménez y otros más.
El club empezó a construir varias ampliaciones y así en una oportunidad en una fiesta de Año Nuevo tuvimos la gran satisfacción de bailar son la orquesta de Pérez Prado, como en otra oportunidad amenizó también una fiesta el conjunto maravillosos de Ernesto Lecuona.
Tiempos aquellos, llenos de luz y armonía, que hubiera deseado se prolongaran indefinidamente, pues con el progreso que poco a poco empezó a introducirse en nuestro inolvidable Miraflores de entonces, muchos lugares que nos eran tan nuestros, sufrieron el cambio inexorable del tiempo y así también, aquél grupo humano que estaba formado por nuestros amigos de aquella época, se empezó a desintegrar. A pesar de no tener amistad con muchos de los chicos, todos nos identificábamos mutuamente y conocíamos la casa de cada uno, los nombres de las familias de las numerosas casas de nuestros vecinos, pues, sin habernoslo propuesto, por un tiempo, llegamos a formar una maravillosa familia.
Un verano poco tiempo después, llegó el pionero de la tabla hawaiana, Carlos Dogny Larco, quien empezó a deslumbrarnos con el dominio que tenía sobre la tabla al correr las olas, formando verdaderos arabescos. Se fundó al costado de los Baños Municipales el Club Waikiki y muchos de sus miembros fueron los primeros en seguir practicando este deporte, legando a sobresalir alguno de ellos en competencias internacionales. Recuerdo que el primero fue Felipe Pomar y los hermanos Barreda.
Al término de las vacaciones y al empezar las clases escolares, nos reuníamos a la salida del colegio y ya más de uno que empezaba a enamorarse, como y. Un nuevo sentimiento nos embargó y esas evocaciones juveniles me traen tantos recuerdos, que una nostalgia muy grande me invade al constatar la lejanía de esa época tan feliz, que quedó muy atrás cuando todo se fue, como se va también para siempre el pasado sin retorno.
Mi querido Miraflores: He visto caer los fícus de tu Avenida Pardo y ya no existe aquel rincón venerado por todos nosotros, al desaparecer la banquita donde otrora reposaba en ella Don Ricardo Palma. Además infinidad de casonas han caído para dar espacio a las anchas avenidas y al nuevo parque Kennedy... Siempre seguirás siendo para mí aquel Miraflores de los años que se fueron. Que nos acogIó con ternura cuando llegamos a la casona linda y solitaria en la que vivimos nuestros años felices siendo niños y adolescentes.
Hasta siempre,
Cucha
Mayo de 1990
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