Hace algunos años atrás…
Un día, viviendo en una situación muy difícil por lo que sucedía en esta tierra mía, el Perú, y como un acto de rebeldía ante lo injusto y lo imposible de resolver, empecé a escribir lo que me brotó del corazón:
“PERÚ DESPIERTA”
“Cuando nuestro Dios Padre terminó su obra creadora del universo, para tomar un descanso, apoyó su mano maravillosa en este mundo recién formado y la huella que dejó esa mano se llamó Perú.”
Ese relato lo escribí en los años tumultuosos del terrorismo, las coimas, atentados, apagones y el mercado negro. Tiempo que, a pesar del transcurrir de los años, para los que lo vivimos, luchando para poder sobrevivir ya que la carencia de todo era asfixiante, lo titulé así para contribuir en lo que estuviera a mi alcance para revertir la dura situación por la que atravesábamos.
Hoy, ya con muchos abriles encima pero con la mente clara y los recuerdos vivos, me siento obligada a hacer algo para que se comprenda que ahora estamos ante una nueva etapa, teniendo la gran oportunidad que se nos brinda por la bonanza de nuestros recursos económicos y las posibilidades de convertir a nuestra Patria en un país poderosos, pujante y en paz, digno de ser emulado por muchos otros paises en el mundo.
Ahora estamos descubriendo muchas cosas que no habíamos tenido en cuenta y es, en primer lugar, la creatividad innata del trabajador peruano.
A diario se nos está informando de nuevas y pequeñas empresas que están surgiendo por la iniciativa de sus pobladores, sobre todo en localidades lejanas, pobres y sin ayuda, por lo difícil de llegar a ellas. Pero van saliendo adelante.
Hay muchas otras oportunidades que se desperdician, ¿por qué?… por la sencilla razón, y en primer lugar, porque muchos potentados prefieren guardar su potencial económico en lugar de crear nuevas fuentes de trabajo fundando empresas nacionales para que nuestro país no se vea en la situación de recibir, por necesidad, la ayuda de capitales extranjeros. Pero… ¿de quién es la culpa?
En primer lugar, la falta de patriotismo y amor por nuestra tierra. La carencia de valores morales, pues nada se hace si de ello no recibimos suculentas ganancias. Desprecio por el factor humano, pagando salarios que no están de acuerdo con las necesidades de las familias. La burocracia y el afán de figurar en puestos que llenarán los bolsillos de muchos que no hacen nada.
No sólo el presidente y los buenos parlamentarios y autoridades honorables pueden sacarnos de esta situación, y eso no es posible por la enconada oposición que tienen que afrontar ante los que se dicen peruanos, y que por sus ideologías erradas y fanáticas, ponen freno a todo lo que nos permita salir adelante y mejorar el país.
De la justicia ni hablemos, estamos ante una corrupción que no se detiene ante nada. Es desesperante tener que aceptar atropellos por los que, por falta de organización, se ocasionan tragedias y pérdidas humanas, de las que se echan la culpa unos a otros pero que nadie contribuye a exigir que se cumplan las normas establecidas para evitar que nuestro país camine diariamente a la debacle y el caos, sobre todo en lo que se refiere al mayor control de la delincuencia, las coimas, el contrabando, la inmoralidad y los accidentes.
Una causa que se debe tomar con prioridad es el problema de la educación. Y sobre eso se está trabajando en el factor gobiernista para mejorar la enseñanza de nuestros niños y jóvenes, pues un país sin cultura, no vale nada.
Recuerdo con amor y respeto a los señores profesores que tuvimos en la época escolar. Sólo con enseñanza primaria, sabíamos mucho más que los escolares que ahora no saben nada en comparación con los de mi generación. Nosotros, además de respetarlos, los queríamos por ver en ellos a nuestros guías y magníficos formadores. Sus sueldos no estuvieron de acuerdo con el potencial de su sapiencia y disciplina, pero ellos se entregaron en cuerpo y alma a enseñar a sus alumnos, y prepararnos para el despegue del futuro.
No hay derecho a que tantos jóvenes y familias enteras hayan decidido salir del país, llenos de ilusiones por conseguir algo que les ofrezca un futuro seguro y próspero para sus hijos. Hay muchos que lo han logrado después de tener que luchar contra obstáculos infranqueables, pero lo que llena de indignación es el saber que muchísimos más son explotados en países que se dicen hermanos, recibiendo sueldos paupérrimos y, sobre todo, teniendo que soportar el repudio y el abuso por el racismo que existe sin control.
Hay que salir al extranjero, como yo lo he hecho varias veces, para constatar y comparar lo que tenemos por país, maravilloso, generoso, acogedor, con cuatro regiones naturales, donde no se necesita sino regar la tierra para que esta produzca, durante todo el año, toda clase de frutas y verduras; tenemos bellísimos árboles frondosos de ricas y valiosas maderas, carne, leche y tantas cosas más. En la pesca somos los primeros y nuestro mar es el más rico en plancton, lo que es la causa de la sabrosura del producto marino en nuestras mesas.
Nuestra comida variada y sabrosa, región por región, es la mejor del mundo, y eso se da porque aquí nunca falta lo necesario para poder ofrecerla. Además el calor humano de las personas y que reciben al extranjero en las grandes ciudades o en cualquier pueblito, siempre con los brazos abiertos, ofreciendo con una sonrisa manjares exquisitos.
Los paisajes son inigualables en costa sierra y selva, el clima aceptable en cualquier época y sobre todo poseemos tesoros como el que acaba de recibir el justo galardón de ser una de las grandes maravillas del mundo: nuestro grandioso y amado Machu Picchu, que es el símbolo de nuestra raza. Se siguen descubriendo en toda la zona norte restos de los antiguos moradores, con objetos de valor incalculable, tejidos que asombran por su complejidad y colorido. De esto, motivo de gran orgullo, son las tumbas de Caral, la más antigua civilización de América; los complejos del Señor de Sipán, padre e hijo, que han sido exhibidos y admirados a través del planeta, etc.
Me pregunto: ¡Qué esperamos!
Los años se van sin sentir y es preciso que pensemos en las generaciones actuales de jóvenes y niños que tienen el derecho de vivir en un país que les ofrezca lo mejor para ser felices. Ese es un derecho adquirido desde el momento de nacer, nosotros sus padres, debemos velar por su futuro, defendiéndolos de tanta inmoralidad e injusticia. Que los más pequeños vivan su infancia con la alegría en los ojos y en el corazón y no desperdiciándola con trabajos forzados para sobrevivir a su pobreza e incultura.
Que la juventud de nuestros muchachos, que se esmeran por aprender y formarse con programas de enseñanza de altura y acorde con los adelantos actuales, no se vean frustrados ante la imposibilidad de no encontrar lo que esperan. Esta situación los empuja a seguir caminos equivocados, de lo cual los adultos somos los más responsables por la falta de valores humanos que ahora son casi desconocidos. Y por favor no se quejen de ello. ¿Acaso los que acumulan riquezas devastando nuestro mundo no tienen familia, no piensan en los suyos y en los que no tienen la culpa de que el mundo esté peor cada día?
Espero que este mensaje nos llegue a la conciencia de todos los que estamos en la obligación de luchar por esta Humanidad que se encuentra, cada día, en completo declive.
Un día, viviendo en una situación muy difícil por lo que sucedía en esta tierra mía, el Perú, y como un acto de rebeldía ante lo injusto y lo imposible de resolver, empecé a escribir lo que me brotó del corazón:
“PERÚ DESPIERTA”
“Cuando nuestro Dios Padre terminó su obra creadora del universo, para tomar un descanso, apoyó su mano maravillosa en este mundo recién formado y la huella que dejó esa mano se llamó Perú.”
Ese relato lo escribí en los años tumultuosos del terrorismo, las coimas, atentados, apagones y el mercado negro. Tiempo que, a pesar del transcurrir de los años, para los que lo vivimos, luchando para poder sobrevivir ya que la carencia de todo era asfixiante, lo titulé así para contribuir en lo que estuviera a mi alcance para revertir la dura situación por la que atravesábamos.
Hoy, ya con muchos abriles encima pero con la mente clara y los recuerdos vivos, me siento obligada a hacer algo para que se comprenda que ahora estamos ante una nueva etapa, teniendo la gran oportunidad que se nos brinda por la bonanza de nuestros recursos económicos y las posibilidades de convertir a nuestra Patria en un país poderosos, pujante y en paz, digno de ser emulado por muchos otros paises en el mundo.
Ahora estamos descubriendo muchas cosas que no habíamos tenido en cuenta y es, en primer lugar, la creatividad innata del trabajador peruano.
A diario se nos está informando de nuevas y pequeñas empresas que están surgiendo por la iniciativa de sus pobladores, sobre todo en localidades lejanas, pobres y sin ayuda, por lo difícil de llegar a ellas. Pero van saliendo adelante.
Hay muchas otras oportunidades que se desperdician, ¿por qué?… por la sencilla razón, y en primer lugar, porque muchos potentados prefieren guardar su potencial económico en lugar de crear nuevas fuentes de trabajo fundando empresas nacionales para que nuestro país no se vea en la situación de recibir, por necesidad, la ayuda de capitales extranjeros. Pero… ¿de quién es la culpa?
En primer lugar, la falta de patriotismo y amor por nuestra tierra. La carencia de valores morales, pues nada se hace si de ello no recibimos suculentas ganancias. Desprecio por el factor humano, pagando salarios que no están de acuerdo con las necesidades de las familias. La burocracia y el afán de figurar en puestos que llenarán los bolsillos de muchos que no hacen nada.
No sólo el presidente y los buenos parlamentarios y autoridades honorables pueden sacarnos de esta situación, y eso no es posible por la enconada oposición que tienen que afrontar ante los que se dicen peruanos, y que por sus ideologías erradas y fanáticas, ponen freno a todo lo que nos permita salir adelante y mejorar el país.
De la justicia ni hablemos, estamos ante una corrupción que no se detiene ante nada. Es desesperante tener que aceptar atropellos por los que, por falta de organización, se ocasionan tragedias y pérdidas humanas, de las que se echan la culpa unos a otros pero que nadie contribuye a exigir que se cumplan las normas establecidas para evitar que nuestro país camine diariamente a la debacle y el caos, sobre todo en lo que se refiere al mayor control de la delincuencia, las coimas, el contrabando, la inmoralidad y los accidentes.
Una causa que se debe tomar con prioridad es el problema de la educación. Y sobre eso se está trabajando en el factor gobiernista para mejorar la enseñanza de nuestros niños y jóvenes, pues un país sin cultura, no vale nada.
Recuerdo con amor y respeto a los señores profesores que tuvimos en la época escolar. Sólo con enseñanza primaria, sabíamos mucho más que los escolares que ahora no saben nada en comparación con los de mi generación. Nosotros, además de respetarlos, los queríamos por ver en ellos a nuestros guías y magníficos formadores. Sus sueldos no estuvieron de acuerdo con el potencial de su sapiencia y disciplina, pero ellos se entregaron en cuerpo y alma a enseñar a sus alumnos, y prepararnos para el despegue del futuro.
No hay derecho a que tantos jóvenes y familias enteras hayan decidido salir del país, llenos de ilusiones por conseguir algo que les ofrezca un futuro seguro y próspero para sus hijos. Hay muchos que lo han logrado después de tener que luchar contra obstáculos infranqueables, pero lo que llena de indignación es el saber que muchísimos más son explotados en países que se dicen hermanos, recibiendo sueldos paupérrimos y, sobre todo, teniendo que soportar el repudio y el abuso por el racismo que existe sin control.
Hay que salir al extranjero, como yo lo he hecho varias veces, para constatar y comparar lo que tenemos por país, maravilloso, generoso, acogedor, con cuatro regiones naturales, donde no se necesita sino regar la tierra para que esta produzca, durante todo el año, toda clase de frutas y verduras; tenemos bellísimos árboles frondosos de ricas y valiosas maderas, carne, leche y tantas cosas más. En la pesca somos los primeros y nuestro mar es el más rico en plancton, lo que es la causa de la sabrosura del producto marino en nuestras mesas.
Nuestra comida variada y sabrosa, región por región, es la mejor del mundo, y eso se da porque aquí nunca falta lo necesario para poder ofrecerla. Además el calor humano de las personas y que reciben al extranjero en las grandes ciudades o en cualquier pueblito, siempre con los brazos abiertos, ofreciendo con una sonrisa manjares exquisitos.
Los paisajes son inigualables en costa sierra y selva, el clima aceptable en cualquier época y sobre todo poseemos tesoros como el que acaba de recibir el justo galardón de ser una de las grandes maravillas del mundo: nuestro grandioso y amado Machu Picchu, que es el símbolo de nuestra raza. Se siguen descubriendo en toda la zona norte restos de los antiguos moradores, con objetos de valor incalculable, tejidos que asombran por su complejidad y colorido. De esto, motivo de gran orgullo, son las tumbas de Caral, la más antigua civilización de América; los complejos del Señor de Sipán, padre e hijo, que han sido exhibidos y admirados a través del planeta, etc.
Me pregunto: ¡Qué esperamos!
Los años se van sin sentir y es preciso que pensemos en las generaciones actuales de jóvenes y niños que tienen el derecho de vivir en un país que les ofrezca lo mejor para ser felices. Ese es un derecho adquirido desde el momento de nacer, nosotros sus padres, debemos velar por su futuro, defendiéndolos de tanta inmoralidad e injusticia. Que los más pequeños vivan su infancia con la alegría en los ojos y en el corazón y no desperdiciándola con trabajos forzados para sobrevivir a su pobreza e incultura.
Que la juventud de nuestros muchachos, que se esmeran por aprender y formarse con programas de enseñanza de altura y acorde con los adelantos actuales, no se vean frustrados ante la imposibilidad de no encontrar lo que esperan. Esta situación los empuja a seguir caminos equivocados, de lo cual los adultos somos los más responsables por la falta de valores humanos que ahora son casi desconocidos. Y por favor no se quejen de ello. ¿Acaso los que acumulan riquezas devastando nuestro mundo no tienen familia, no piensan en los suyos y en los que no tienen la culpa de que el mundo esté peor cada día?
Espero que este mensaje nos llegue a la conciencia de todos los que estamos en la obligación de luchar por esta Humanidad que se encuentra, cada día, en completo declive.
Cucha
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