Tengo el derecho de pertenecer a dicha sociedad por ser descendiente directa de dos de mis bisabuelos que lucharon por la independencia de nuestro país: el Capitán Ceferino de la Puente y el Contralmirante Juan José Raygada Oyarzabal. Además, también por mi abuelo paterno, el Coronel Lisandro de la Puente Brusset, secretario personal del Gran Mariscal Don Andrés Avelino Cáceres, durante la contienda del sur del año 1879.
El recinto es bellísimo. Desde que nos acercamos a la entrada nos envolvió un espíritu de patriotismo, de amor y orgullo por pertenecer a este maravilloso país. Y en su interior, en el gran salón de actuaciones, me vi rodeada de las egregias obras de arte que representan a cada uno de nuestros héroes y personajes que ofrendaron la vida en la defensa de nuestra libertad.
Y fue así que, mirando al frente del recinto, me fijé en los personajes que de cuerpo entero nos contemplaban a través de los años. Era un reto el que nos enviaban a seguir su ejemplo, cuando la Patria nos lo pidiera si fuera necesario. Sentí un nudo en el corazón al fijarme, a los pies de cada uno de ellos, en las relucientes espadas que usaron en los diferentes combates donde muchos de ellos perdieron la vida. ¡Cuánta majestuosidad en ellos!... con la mirada profunda, serena y el corazón que los hizo llegar al sacrificio, latiendo aún desde la eternidad.
Pero el amor patriótico que siempre he sentido por el Almirante Miguel Grau Seminario empezó cuando, muy niña, escuchaba a los mayores de mi familia relatar las historias de los hechos de las guerras que sufrió nuestro país por defender su independencia y su libertad. Y el nombre del Gran Almirante me subyugó por lo que escuchaba a los que se referían a su historia y sacrificio.
Tuve la oportunidad de encontrarme frente a una fotografía de Miguel Grau en el Instituto Histórico Naval, cuando realizaba las visitas necesarias para hallar datos de nuestros antepasados. Me acerqué y la contemplé y el corazón me dio un vuelco cuando me fijé en sus ojos. Pienso en lo poco que pudo gozar su familia de su amada compañía, en un hogar ejemplo de lo que es para mí un templo de amor y felicidad sublime. En sus ojos claros se reflejaba un mirar sereno, transparente, como debió ser el alma y el corazón de aquel esposo y padre ejemplar que no dudó en dejar ese hogar cuando la Patria lo necesitó.
Estuve largo rato contemplándolo con lágrimas en los ojos y en mi imaginación lo veía con su aliado y gran amigo el monitor “Huáscar”. Parado, mirando el mar, ese mar que lo atrajo desde que era muy pequeño, que lo hizo embarcarse para navegar por primera vez cuando sólo tenía catorce años, que cruzó por rutas serenas y otras tempestuosas, que fueron forjando su carácter, disciplina y nobleza. Esto se ve reflejado cuando, durante el asedio a pueblos indefensos, nunca los atacó, salvó a los náufragos del crucero Esmeralda y se convirtió en el personaje que fue, siendo conocido y admirado cuando con su glorioso Monitor “Huáscar”, inseparable compañero, y un grupo de osados marinos, se burlaban de la escuadra enemiga, causando la indignación de los ciudadanos chilenos al constatar que no podían darle caza por su maestría y audacia en el combate.
Pero el momento fatal llegó y sus restos cayeron al mar y éste lo recibió con los brazos abiertos para perennizar su memoria y convertirlo en “El Caballero de los Mares”.
Como madre de marino me identifico más aún con él. Sufrió soledad y sacrificios, y cuántas veces, en la torre de mando o en la intimidad de su camarote, pidió al Señor por él y por los suyos, sobre todo cuando se despidió por última vez de ese hogar que lo abrigó con amor, tibieza y felicidad, sabiendo que ya no regresaría jamás.
Este sencillo homenaje lo brindo de todo corazón por su recuerdo y porque es sabido que no sólo aquí es venerado con unción patriótica y agradecimiento eterno, sino que en muchos países admiran su comportamiento y caballerosidad, cuando la vida lo puso ante la ineludible necesidad de tener que cumplir con su deber de hombre de bien y marchar al sacrificio.
Mi cariño respetuoso y sincero por el gran “Caballero de los Mares”.
Cucha
Octubre 8 del 2007
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