Amada e invalorable familia y amigos entrañables,
Me
he sentido en deuda con ustedes por no haber terminado de ofrecerles a
viva voz lo que guardaba mi corazón en esos momentos. Eran noventa años
de una vida cargada de valores, recuerdos imborrables, añoranzas,
ausencias inolvidables, amores entrañables y agradecimiento por todo lo
que, sin merecerlo, Dios me ha otorgado: Desde mi nacimiento -como les
llegué a contar- donde recibí amor y más amor, he tenido una vida plena
de felicidad y también de momentos de intensa amargura. Siempre tuve a
mi lado a mis seres queridos que fueron mi soporte y mi amparo, mi guía y
consuelo. Recibí sus sabias enseñanzas. las que me ayudaron a sortear y
remontar las dificultades que se presentaron en mi camino.
Cuando me casé con Guillermo nunca imaginé el premio que Dios me
otorgaba. Tal es así que aún después de veinte años de su ausencia
definitiva aún lo siento en mi corazón y lo extraño intensamente. Tuve
con él ochos hijos, a los que fuimos recibiendo con todo nuestro amor y
felicidad infinita, complemento invalorable que nos permitió formar una
ejemplar familia, ya que además de padres fuimos para ellos amigos,
confidentes y ejemplo. De ellos guardo muchísimos recuerdos al rememorar
sus ocurrencias y travesuras, pero también los logros de su propio
esfuerzo, que fue un premio a nuestros esfuerzos y desvelos. Cuatro de
ellos están ahora gozando de la presencia de Dios y no miento cuando
digo que más de una vez siento que los tengo a mi lado… Me acompañan.
Son mi fortaleza, mi consuelo, mi alegría. Me siento segura por su amor y
porque sé que sin decírmelo viven pendientes de mi salud y mis
preocupaciones.
Además, yo deseaba tener cuatro hijos y si el Señor en sus designios
me envió ocho es porque sé que él sabía que al aceptarlos junto a su
padre, íbamos a ser los precursores de la invalorable familia que hoy
formamos -con mis hermanos, otro don de Dios-, un núcleo familiar
inmenso, que calculando desde nuestros padres, hace ya mucho tiempo que
hemos pasado la centena (en realidad no creo que existan hoy familias
tan numerosas).
Les agradezco también a los familiares y amigos que me han saludado a través de la distancia.
Bueno,
discúlpenme nuevamente por no haberles dicho lo que significó su
entusiasmo, amor y colaboración. Lo mismo a los amigos entrañables que
me acompañaron y también colaboraron para darme una noche imborrable.
Nunca les podré agradecer lo que ha valido para mí su calor, su cariño y
su inolvidable compañía que tanto ha significado al haber cumplido
noventa años de vida.
Mi casi brusca despedida fue causada porque las lágrimas se asomaban al borde de mis pestañas…
Que Dios y Nuestra Madre los proteja y bendiga.
Con todo mi corazón, gracias, muchas gracias.
Cucha
Enero del 2013
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